ESTANCIA HOSPITALARIA PARA UN ADOLESCENTE
Ya llevamos seis días de ingreso hospitalario en Son Espases
con mi hija de catorce años, debido a una infección en la zona donde hace
diecisiete días que la intervinieron y la verdad es que a pesar de la
positividad que podamos tener, a veces hay factores externos que son difíciles
de superar.
Tenemos la gran suerte de tener unos pediatras estupendos,
unas enfermeras y enfermeros maravillosos, que nos cuidan, nos informan y nos
miman; una aula hospitalaria donde ir a estudiar un poco o una sala de juegos
que la llevan voluntarios de Cruz Roja; pero los fines de semana hospitalizados
te sientes como un ave silvestre cerrado en una jaula y privado de la libertad
repentinamente.
No hay nadie en los pasillos, no hay actividad, las aulas
están cerradas, incluso las cafeterías están cerradas los domingos. El ambiente
es cerrado y cuesta mucho pasar el tiempo. Los minutos se eternizan y ni siquiera
la televisión es capaz de entretener y cambiar el tiempo enrarecido.
Te das cuenta de que hay más niños hospitalizados de los que
hubieras deseado e imaginado, por diversos motivos y muchos de ellos de larga
duración, sin previsión de alta a la vista. Te planteas que a todos esos niños
cualquier tipo de actividad les haría bien, una sala donde poder ver todos la
televisión, poder comentar una película, compartir un rato y entretenerse,
poder salir de sus habitaciones que se les hacen pesadísimas y les provoca que
por la noche no puedan conciliar el sueño porque han acumulado la ansiedad de
todo el día.
La comida no es atractiva para los niños, aparte de lo que
significa estar en el hospital, tampoco ayuda lo que les traen, porque hay poca
imaginación. No pretendemos que sea un restaurante de cinco tenedores pero a
veces una ensalada hecha con gusto es más apetecible que lo que les traen que
les acaba poniendo de más mal humor.
No quiero ser negativa, porque la verdad es que nos sentimos
muy queridas, pero si no se da a conocer la realidad, seguirá pasando lo mismo
a los niños y adolescentes que vengan detrás y la realidad es que las plantas
están llenas siempre de niños de todas las edades.
Otro aspecto a dar a conocer es el altísimo coste económico
que nos supone a las familias la hospitalización. Para acceder al hospital hay
que venir en coche y el aparcamiento es carísimo; la televisión cuesta 6,20 €
diario; ir a comer tiene unos precios poco económicos y sumando lo que ha
salido de tu bolsillo en un día es irritante.
Muchos niños necesitan estar constantemente con un adulto
porque llevan vías, o son pequeños, con lo cual es imposible dejarlos solos.
Muchos padres no tienen a nadie con quien dejar a sus hijos para ir a comer o
buscarse algo para comer. Eso pasa actualmente en Son Espases. Los permisos en
el trabajo son de tres días por hospitalización, en nuestro caso yo actualmente
no trabajo y el ingreso es superior a tres días, ¿cómo hacerlo para estar con
tu hijo y no perder el trabajo? No todo el mundo tiene familia o amigos a quien
dejarle a sus hijos.
A veces te invade un sentimiento de culpabilidad por la
situación que estás pasando y tratándose de personitas con enfermedades
crónicas, que las hay de todo tipo, donde se va a repetir constantemente la
misma situación, es difícil a veces no estar a punto de tirar la toalla.
Esta semana he coincidido con unas cuantas madres de mi
pueblo que tenían a sus hijos ingresados en el mismo hospital por diversas
situaciones, nos hacemos compañía y compartimos sentimientos. Todas compartimos
que necesitamos trabajar para mantenernos algo distantes de la situación que
vivimos, porque es necesario tener la mente ocupada para poder darlo todo a
nuestros hijos que necesitan más de nosotros, pero se hace difícil lo que he
explicado anteriormente porque no está contemplado en la ley que estas
situaciones se den.
En fin, a veces me preguntan si te acostumbras a la
hospitalización de un hijo, si es más difícil cuando son más pequeños o
adolescentes o si te acostumbras a las intervenciones. Nosotros llevamos siete
años entrando y saliendo continuamente con las dos niñas, he perdido la cuenta
de las intervenciones de las dos y he pasado de la hospitalización de mi hija a
los cuatro años hasta el de la mayor con catorce, y las respuestas son NO, no te acostumbras, lo aceptas y lo llevas lo mejor que puedes pero acostumbrarse no
es la palabra; porque ver sufrir a un hijo no tiene descripción posible, no hay
nada peor, y las horas de espera cuando lo intervienen, el miedo preoperatorio,
el malestar postquirúrgico y la recuperación, nada tienen que ver.
El secreto para sobrellevarlo en nuestro caso es normalizar
la situación al máximo, hablarlo mucho, respetar la opinión de las niñas y
dejarnos ayudar por los nuestros que lo dejan todo por nosotros en cuanto les
necesitamos.
Hoy comentaba con una auxiliar de enfermera que conozco
desde el primer ingreso de la peque hace siete años, que no olvidará jamás el
día que ingresamos y la evolución que han hecho las niñas, y que en estos años
jamás las ha visto enfadadas, tristes o contestando mal a nadie, no han perdido
jamás esa luz que les ilumina sus caras. Miro las fotos, hablo con mi familia
del hospital Son Espases y me siento privilegiada de tener estos dos tesoros
que me iluminan el camino por donde andar. Paso a paso, día a día.
A todas las familias que tienen esos pequeños héroes que nos
alumbran nuestros caminos y los que hacen posible que estos héroes sigan
avanzando. Gracias a todos, y los que nos escuchen y puedan hacer algo para
mejorar la situación de estas familias y realmente lo hagan, se lo agradezco
también.
Palma
de Mallorca, 17 de febrero de 2015
Iliana
Capllonch Cerdà
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