El blog de Iliana Capllonch

Segunda semana de confinamiento y todavía a ratos pienso que se trata de una pesadilla de la que me cuesta despertar, que ni en el peor de mis sueños hubiera imaginado un escenario como el que estamos viviendo, pero la realidad es que llevamos 16 días sin salir de casa. Las rutinas cambian, el trabajo desde casa se va normalizando porque me acostumbro a la lentitud de las redes, pero no hace que deje de hacer mi trabajo. Intentamos hacer deporte, cocinar, leer, hablar y salir al balcón a aplaudir a nuestros héroes. Conectarnos con grupos familiares y de amigos por teleconferencia y hacer listas de cosas que queremos hacer cuando salgamos de esta situación. Ha sido una semana con altibajos entre los cuatro miembros de la familia, menos mal que no a la vez, sino que cuando ha caído uno los otros le han ayudado y viceversa. Dicen que estamos justo a la mitad del encierro y cada día cuenta como uno menos para poder salir, ya tenemos los armarios arreglados, hemos hecho limpieza de la

Hoy hace una semana que no salgo de casa, como mucha gente. En el trabajo hicimos una reunión y debido a mi situación familiar me facilitaron el teletrabajo al igual que a mi marido. Una semana extraña, donde no han parado de llegar whatsapps con vídeos, consejos, información variada; algunos de personas con las que no sueles hablar que preguntan por tu situación personal y familiar; grupos que suelen ser inactivos de repente se activan; videollamadas con amigos y familia; y gracias a los whatsapps y sus cadenas, de repente empieza un movimiento muy bonito, salir a los balcones a las 20 hrs de la tarde para aplaudir a los sanitarios que lo están dando todo para frenar la curva de crecimiento de COVID-19, algo que va creciendo día a día y se convierte en un hábito familiar. Demasiada información de todas partes, televisión, prensa, redes sociales, radio, whatsapps, blogs, que nos bombardea y a veces traiciona nuestro pensamiento. La incertidumbre sobre lo que está pasando

Es difícil no dejarme alguna de las mujeres que me inspiran en la vida, desde las que me han criado, a las que me acompañan, las que han pasado de alguna manera por la vida y las que me preceden. De todas ellas he aprendido, aprendo y seguiré aprendiendo el resto de mis días y   por ello no diré nombres por no dejar a ninguna de ellas. De mis antecesoras he aprendido de dónde venimos, los esfuerzos que tuvieron que hacer para poder hacer realidad nuestro presente, con pocos medios y en un entorno que no se lo puso nada fácil por la educación y costumbres, que por ello tuvieron que ser firmes en sus ideas y hacerse un lugar que sabían que les correspondía. Algunas fueron hasta ejecutadas por el simple hecho de hacerse oír en un entorno machista. A estas mujeres de nuestro pasado y especialmente de mi familia que me lo enseñaron con sus hechos, mi respeto más profundo. De las mujeres de mi generación y algo más mayores, que se han posicionado en sus puestos de trabajo como po