RESPONSABILIDAD COMPARTIDA

Desde siempre me han gustado las personas, de cualquier edad y de cualquier lugar; los niños porque son maestros de la vida, los mayores porque son auténticos héroes. Todas las personas aportan algo distinto y nos van enriqueciendo nuestra propia vida a través de sus palabras, sus hechos, sus gestos, sus miradas.

Recuerdo una de las historias que me contó mi abuelo, que tanto me enseñó y que precisamente ahora, en este momento de mi vida, después de tantos años sin su presencia física, medito sus enseñanzas y palabras que hacen que le mantenga vivo.

Me decía que si al regresar de pescar veía a una persona que tenía hambre, no le diera el pescado porque calmaría su hambre en ese momento concreto, sino que le diera herramientas para poder pescar, enseñarle cómo hacerlo, para que cuando tuviera hambre pudiera conseguirlo por sus propios medios.

Esta pequeña historia trasladada a nuestra sociedad como ciudadanos me lleva a reflexiones en terrenos que yo misma me he encontrado. Hablo de corresponsabilidad social.

Cada etapa en la que nos encontramos surgen nuevas problemáticas sociales debidas a avances científicos, tecnológicos o de otro tipo. Al surgir un problema, desde mi punto de vista la responsabilidad ciudadana es trasladarla a las personas responsables del lugar, o sea, políticos ya sean locales, autonómicos o estatales y hacerle saber el nuevo problema que ha surgido. Entre el político, el ciudadano y los técnicos deben tratar de plasmar la nueva problemática surgida para que las personas que se puedan encontrar con la misma situación tengan las herramientas suficientes para poder continuar y avanzar dignamente.

Para poner un ejemplo, gracias a los avances en medicina, muchas enfermedades que antes eran mortales en la infancia, actualmente sobreviven. Al ser una incertidumbre la evolución, debemos dotar, como sociedad, de las herramientas necesarias a estas personas para poder convivir en la sociedad sin barreras de ningún tipo. Me refiero a que todos tenemos parte de responsabilidad: el que detecta el problema, llevarlo a los gestores políticos, los gestores consensuar y vigilar que técnicamente quede bien documentado y la persona que tiene el problema intentar ser autosuficiente y responsable con las herramientas que deben proporcionarle para ello.

Este es un punto de vista muy personal que trato de llevar en mi día a día. A veces lo más fácil no es lo mejor para las personas. Saber pescar no significa tener pescado todos los días, ya que a veces hay mal tiempo y te impide acercarte al mar, o a veces vas a pescar y no hay suficiente pescado, pero ello no tiene que ser una excusa para no volver a intentarlo.

Tal vez no me haya sabido explicar bien. El médico no es el responsable de tu enfermedad, aunque sea el que te la diagnostique y no te guste, pero sí es el responsable de darte la receta de la medicación y el sistema de hacerlo accesible a la persona, pero quien realmente tiene que aprender a suministrársela es la misma persona y necesita del consenso y de la información del médico, enfermera, farmacéutico, para hacerlo correctamente. Por ello digo lo de la corresponsabilidad que se debe aplicar en todos los ámbitos.

La sociedad ideal para mí es la que tiene en cuenta la opinión de todos los ciudadanos, donde se consensúan las decisiones a tomar entre todos los sectores afectados y cada uno se hace responsable de la parte que le corresponde, donde todo se puede plantear en una administración accesible a cualquiera y se escucha a un niño, a un adolescente, a un adulto, a una persona mayor, sea cual sea su condición social o su procedencia.

En estos momentos no siento que sea así la sociedad donde vivimos porque falta mucha madurez individual y no hay sentimiento colectivo. Creo que si no somos capaces de consensuar en temas como la sanidad, la educación, el bienestar social, la justicia y como ciudadanos no nos preocupa lo que le pasa al vecino sino que conviene girar la cara ante los problemas de los demás, no estamos enseñando responsabilidad a nuestros niños.

A veces me apena que no sepamos valorar las cosas más sencillas como pararnos ante un colegio y escuchar las risas y juegos de los niños en el patio, o de ir a un parque y ver abuelos con sus nietos disfrutando de conversaciones entre los acompañantes y echando un vistazo a lo bien que están los niños, o simplemente salir al balcón cerrar los ojos y sentir el aire rozando tu rostro y pensando en algo positivo, o escuchar otra persona que te cuenta sus problemas o sus alegrías o cosas cotidianas. Y que desde esta sencillez de las cosas no sepamos crear una sociedad más justa.


                                                               Palma de Mallorca, seis de febrero de 2015

                                                               Iliana Capllonch Cerdà

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