CULPABILIDAD DAÑINA
Me apena leer artículos donde padres de niños con
enfermedades crónicas se sienten “culpables” de la enfermedad que han podido
transmitir a sus hijos, porque me recuerdan a mí misma. No lo he sentido una
vez, sino dos veces, esa sensación de desánimo, miedo, impotencia, culpa cuando
diagnosticaron las enfermedades a mis hijas: “¿por qué a mi hijo?, ¿qué he
hecho mal? ¿por qué no a mí?” y un sinfín de preguntas sin sentido ni respuesta
que lo único que hacen es hacerte perder el control, entrar en una situación de
pesimismo y no poder ver más allá de lo que alcanza ver tu mirada.
Pero mi gran amiga Lucía Lacruz, pediatra de una de mis
hijas, me enseñó que nadie tiene la culpa de estas situaciones, que son
producto del caprichoso destino y del azar, que perdemos el tiempo buscando una
respuesta.
Hay que intentar aceptar la situación que tenemos, que no es
nada fácil, a veces con ayuda externa, a veces cogiendo tiempo para nosotros
mismos, reflexionar y buscar la mejor manera de vivir con lo que tenemos.
Tampoco significa resignación, todo al contrario, es una lucha constante, pero
en positivo, con resiliencia, intentando no cerrarse en lo negativo y
aplaudiendo los pequeños avances que se hacen cada día o los momentos buenos
que nos brinda el día a día. Siempre hay motivos para caer en el desánimo y son
necesarios para aprender a apreciar los buenos momentos, pero la culpa no es de
nadie.
Cuando llega la enfermedad se produce un shock y hay muchos
cambios en todos los sentidos, pero hay que descartar esa culpa que se intenta
dar a los médicos por no haber sabido diagnosticar a veces antes, a los
profesores por no haber visto algo distinto en su hijo y ayudado a que lo
estudien, a los padres por los genes que les han transmitido, a todo lo que se
le pueda ocurrir para no aceptar la realidad. La culpa es dañina y únicamente provoca
pérdida de un tiempo muy necesario para disfrutar de vivir la vida desde otra
perspectiva.
No es fácil aceptar la enfermedad “para siempre” de un hijo,
pero respirar tampoco lo es. Simplemente cuando se tiene una mala racha (que es
lógico, normal y humano), hay que intentar sacar un pequeño respiro para
reflexionar e intentar seguir adelante sin culpabilidad, procurando transmitir
ganas de seguir luchando a tus hijos con conocimiento, positividad y no olvidar
que los padres somos lo más importante para que en un futuro puedan ser ellos
los que vuelen y se enfrenten a sus propias vidas y realidades.
Palma
de Mallorca, 11 de febrero de 2015
Iliana
Capllonch Cerdà
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