PEQUEÑO COMERCIO


Me encanta pasear por calles donde todavía existen pequeños comercios, de los de toda la vida, que me traen recuerdos de mi infancia y todavía existe un trato personalizado. Desgraciadamente quedan pocos, pero todavía se pueden ver algunos.

Estas pasadas Navidades tuve que parar delante de un escaparate de una tienda de juguetes de Palma y me cayeron las lágrimas al recordar perfectamente una buena parte de mi infancia, el garaje de mi abuelo donde construía sus maquetas de barcos. Hice una foto y la mandé al grupo de mi familia donde mi madre, mi tía y mi hermana coincidieron conmigo. Un escaparate con muñecas que era un taller de carpintería, con todos los detalles que hay en ellos. Hecho con mimo y sin que le faltara nada.

La semana pasada entré en esta juguetería a comprar un juego, y la dependienta fue una de esas personas que con profesionalidad y amabilidad me asesoró según mis necesidades. Le conté mi sensación del escaparate por Navidad, explicándole que me había emocionado mucho, ya que incluso con los ojos cerrados fui capaz de sentir el olor del serrín y de la madera, y de los amigos de mi abuelo que se paraban a hablar con él mientras trabajaba sus barcos,… y la señora me dijo que mucha gente había entrado a darles la enhorabuena, y que se habían dado cuenta de que les había faltado un detalle. Con asombro le pregunté cual, ya que a mí no me parecía que faltara nada, y me dijo que las telarañas. Y me comentó que lo había comentado con su madre y que le había dicho que las telarañas en un taller no eran señal de suciedad, sino que tenían su sentido: servían para parar las hemorragias cuando los carpinteros se hacían un corte, ya que los hilos de las telarañas son tan fuertes que tener a mano en caso de cortes era muy útil.

Me fui con mi juego y con una historia más en mi mente, y con la alegría de ver que quedan personas que aman su profesión y lo saben transmitir a sus clientes.

Por casualidad ayer vi un reportaje en la televisión autonómica balear, donde precisamente trataba del cierre de las tiendas de toda la vida en muchos pueblos del interior, de la falta de vida de algunas calles donde hace unos años estaban llenas de negocios y de gente que iba a comprar y a hablar con sus vecinos, los tenderos, donde al ir a comprar el pan ni siquiera hacía falta pedir porque la dueña o el dueño ya sabían perfectamente lo que querían. En cambio el paisaje actual son calles desiertas y portales cerrados, tristeza para los vecinos y para los visitantes.

Yo he tenido la oportunidad de poder conocer la problemática del comercio actual, ya que durante dos años pude trabajar para intentar revitalizar el comercio de mi pueblo desde la concejalía de comercio. Yo he vivido esta sensación de tristeza ante el cambio en mi pueblo, de pequeñas tiendas, carnicerías, pescaderías, por grandes supermercados, y la dificultad de mantener un pequeño negocio donde saben tus gustos, tu nombre y asesorarte según tus gustos. Es difícil competir con el internet, las grandes superficies y las franquicias.

Intenté con todas mis fuerzas ayudar a crear conciencia desde los más pequeños, a través de material escolar para los niños fomentando la importancia de tener comercio local y no sólo para mirarlo, sino para comprar en él, ya que es muy distinta la imagen de una calle repleta de vida con personas amables en cada portal intentando captar la atención de los viandantes y dando vida al pueblo.

Creo firmemente en que hay que empezar a crear conciencia a los niños de la importancia de los pequeños comercios, de los oficios, de los detalles, de tomarse en serio el trabajo sea cual sea y de fomentar las relaciones humanas más allá de las máquinas. Es mucho más bonito hablar con una persona que te atiende que por un portal de internet.


Quiero pensar que esta situación es reversible y aunque no podamos volver al pasado, sí conseguir mantener a flote los que existen y fomentar la creación de nuevas pequeñas tiendas.

                                                               Palma de Mallorca, 18 de febrero de 2018
                                                               Iliana Capllonch


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