LA PARTITURA DE LA VIDA


Antes de nacer ya nos formamos con sentido musical, escuchando los latidos del corazón de nuestras madres, con un ritmo constante, a veces acelerado y otras veces más tranquilo.

La vida de cada persona es como un libro en blanco que empieza cuando nacemos. Lo van escribiendo los padres, abuelos, hermanos, tíos, amigos. Cada página consta de dos partes, una para pentagramas y otra para las letras. En él se va escribiendo la historia de cada vida, una larga canción con coros, solos, piezas más largas, piezas más cortas, algunas con fuerza, otras más suaves, con notas simples o compuestas, todas distintas, muchas entrelazadas.

En el libro podemos leer la música con la que nos deleitan nuestros padres para tranquilizarnos o entretenernos, que ya les cantaron a ellos de pequeños, las melodías que salen de los juguetes que cuelgan en las cunas, en los cochecitos, o con los que nos entretienen. En los siguientes capítulos leemos las melodías que nos cantan los profesores en los colegios para enseñarnos a leer o escribir, y más adelante ya somos capaces de coger esas páginas para poderles dar sentido y llenarlas nosotros mismos.

Ese momento en que el libro deja de ser de los demás y debes cogerlo tú mismo para continuarlo con tu propio criterio, una vez tienes las herramientas y habilidades suficientes para continuar lo que han empezado por ti, no tiene edad ni se hace de un día a otro. Pero sí que coincide siempre en la dificultad para hacerse con el libro y continuar con el pentagrama y las letras con tu propio criterio, a veces cambiando totalmente la melodía y otras continuando con algunas modificaciones. Ese momento suele ser durante la adolescencia, y no es sólo difícil para el adolescente, sino para los padres, ese traspaso de libro escrito con tanto amor, con tanta gente, y que a pesar de ser consciente de que hay que hacerlo porque ellos ya tuvieron ese momento para continuar con el suyo, no quieren ver lo inevitable, el paso del tiempo y la necesidad de pasar de protagonista a lector de otro libro, otra música.

Cada vida, cada historia, cada partitura, compuesta de experiencias, pequeñas melodías, buenos recuerdos, no tan buenos, es única. Alguna es más difícil de escribir o componer, pero lo importante realmente es hacerlo.

Siento vértigo y a la vez emoción y orgullo al haberme llegado el momento de traspasar el segundo libro a mi hija pequeña, pero estoy deseosa de acompañarla en este fantástico reto y escuchar sus canciones porque estoy segura de que conoce las notas y cómo colocarlas a la perfección.

                                                               Palma de Mallorca, 25 de febrero de 2018
                                                               Iliana Capllonch



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