MI OPTIMISMO EN CRISIS
Me considero una persona optimista, me encantan los colores, creer en la
gente y me enamoro de las pequeñas cosas. Pero últimamente mi escala de colores
ha cambiado y lo veo todo gris, algo que me preocupa porque me está afectando de
manera demasiado profunda.
Hace unos años, antes de que los teléfonos móviles irrumpieran en nuestras
vidas y se instalaran los grandes centros comerciales y supermercados en las
ciudades y pueblos, cuando bajábamos a la calle mirábamos a nuestro alrededor y
veíamos el paisaje, saludábamos a las personas que nos cruzábamos y al entrar
en los comercios cercanos a comprar los productos diarios, carnicería,
pescadería, ultramarinos, panadería, ferretería, farmacia, mercería, etc.,
hablábamos con los comerciantes y con las otras personas que estuvieran
esperando. Algo tan sencillo y normal para casi todas las personas, hoy en día
ha cambiado radicalmente.
Al salir de casa ya se sale con el teléfono en la mano y en lugar de mirar
el paisaje, se mira la pantalla por si hay algún mensaje, se comunican con más
personas lejanas pero no se tiene en cuenta a las que se tienen al lado.
Las calles han cambiado porque los
pequeños negocios han tenido que cerrar por no poder competir con las grandes
superficies y las nuevas tecnologías, y ya no hay la misma vida y luz que había
antes en los barrios de las ciudades o los pueblos, con lo cual ya tampoco
vamos mirando el interior del local para ver si vemos a algún conocido o
saludar al comerciante que te ha visto crecer, en lugar de ello hay un local
cerrado con un cartel de “se alquila” con la consecuente pérdida de identidad
de la zona.
En las plazas o parques vemos niños con los teléfonos móviles, quizás
hablando entre ellos o jugando a juegos distintos, pero no corriendo o hablando
entre ellos como hacíamos antes, imaginando, inventando y compartiendo un
balón, un elástico o una idea. Dicen que esta situación es una de las
principales causas de la obesidad infantil.
Cojo un autobús y seguimos con la misma tónica, la gente evita contacto
visual con los demás porque está con las pantallas y ya nadie se levanta de su
asiento para dejar sentar a una persona mayor porque ni se da cuenta de que
esté porque no mira a su alrededor.
Me encantaba ver las noticias y estar informada, pero últimamente lo único
que siento es un mensaje destructivo y negativo que cala hondo. Con las
noticias de la violencia machista y lo que está sucediendo a chicas jóvenes ya
en plena luz del día y en cualquier sitio, hace que sienta pánico cada vez que
mis hijas adolescentes salen a la calle por lo que les pueda pasar.
Noto cierta desidia en algunas personas en sus puestos de trabajo por falta
de motivación, oigo que vuelve a haber
desilusión por parte de los jóvenes a la hora de escoger su futuro por la
incertidumbre de poder encontrar un buen trabajo y sé por amigos y familiares
de la dificultad de encontrar una vivienda para independizarse en el lugar
donde han nacido o en otro.
Me gustaría pensar que todo esto son pensamientos pasajeros, pero llevo
mucho tiempo intentando imaginar cómo se puede cambiar este panorama, qué
futuro inmediato les espera a mis hijas, cómo podemos conseguir cambiar de
rumbo y volver a ser una sociedad donde primen el diálogo entre personas,
miradas alrededor, niños jugando en la calle y recuperar la confianza en los
demás para eliminar la palabra miedo o incertidumbre. Volver a mi optimismo
inicial que me ha acompañado durante mi vida y me ha dado armas para luchar por
lo que creo y sobre todo, esperanza.
Palma,
18 de enero de 2019
Iliana
Capllonch Cerdà
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