EL INQUILINO
Hace diez años que descubrimos que un molesto y caprichoso inquilino se
había instalado en casa para habitarla para siempre, y además su persona
favorita fue la pequeña de la casa, mi tesoro, la más alegre del hogar. Para
desenmascararlo y ponerle nombre, tardamos meses y tuvimos que pasar por
infinidad de lugares, pero al fin alguien le puso nombre y resultó ser japonés.
Su descubrimiento fue como un tsunami, arrasó absolutamente con todo,
familia, trabajo, colegio, costumbres familiares, cambió por completo nuestras
vidas y nos dejó un nuevo modo de vida donde siempre existirá una dualidad de
sentimientos.
Cuando el tsunami paró y pudimos
evaluar sus consecuencias, vimos dos caminos posibles para sobrevivir, el del
odio y la lamentación que conllevaría a incrementar el dolor de la pérdida del
estado anterior al tsunami, o el de la aceptación, conocimiento y positividad,
haciéndonos amigos del inquilino y aceptándolo como una oportunidad para
avanzar. Por tanto conocerlo por una parte fue positivo porque significa vida,
pero por otra parte, saber que no nos podemos desprender nunca de él, hizo
añicos nuestros sueños.
Ya son diez años de convivencia con el inquilino que ha hecho que nuestros
hábitos familiares cambiaran radicalmente, ya que si algo tiene este inquilino
es que se manifiesta de forma caprichosa y sin avisar. Para conocerlo y
educarlo, hemos necesitado mucha paciencia y ayuda externa, muchas visitas a
personas distintas e incluso nos hizo viajar a Estados Unidos, pero ahora podemos
decir que está en silencio y sabemos las pautas para saber cómo tratarlo.
De la experiencia del recorrido que hemos tenido que hacer para aceptar al
inquilino como un miembro más de la familia, ha surgido la oportunidad de
conocer nuevas personas maravillosas, un mundo lleno de amor y solidaridad, ya
sea de manera profesional o altruista, que siempre está dispuesta a ayudar a
quien lo necesite y estudiar para reconocer inquilinos, ponerles nombre y
ayudar en su educación. También en la parte social, personas que ayudan a
minimizar los daños ocasionados por los tsunamis que puedan arrasar a distintas
familias y a estar disponibles para cualquier llamada.
Pero hay días puntuales durante el año, que es inevitable supongo, que me
invade una tristeza desgarradora al recordar el día que llegó a nuestras vidas
sin posibilidad de pactar ni siquiera con él, que se fuera de nuestras vidas
para siempre. A pesar de todo lo positivo que nos ha conllevado, siempre existe
esa dualidad de sentimientos y ese “pero”, esa pregunta de “¿por qué no se
encariñó conmigo en lugar de con mi hija?”, preguntas absurdas que no tienen
respuesta y recuerdos de momentos que vuelven una y otra vez a mi cabeza de
cuando buscábamos la identificación del inquilino y dimos con él, de las
rabietas que ha tenido y las consecuencias que nos ha costado, de la
incertidumbre constante que supone cada cierto tiempo cuando tenemos que
pasarle revisión…
Amigo Takayasu, que es este su nombre, no te diré que me alegre de haberte
conocido, pero en cierto modo te agradezco que te hubieras dejado desenmascarar
porque significa que puedo disfrutar de mi hija, pero hagamos un trato, sólo te
pido un favor, que sigas durmiendo, que siempre te prepararemos la mejor
habitación y la mejor cama de la casa, pero mantente quieto sin caprichos ni
rabietas.
Iliana
Capllonch Cerdà
Palma,
25 de octubre de 2017
Comentaris
Publica un comentari a l'entrada