La mente es un misterio
En uno de mis muchos desvelos de estos días mi mente ha regresado al hogar de mi infancia. He vuelto a sentir cada rincón de la casa visualizando a todos los miembros que la habitábamos, incluso, escuchando alguna de las conversaciones, y eso me hecho sonreír de manera melancólica.
Intento recordar conscientemente otras épocas
de mi vida y soy incapaz de recuperar alguna imagen. En cambio, otros momentos
que quisiera pasar de largo se encaprichan en reproducirse minuto a minuto, año
tras año desde hace tiempo.
El ser humano se adapta a cualquier situación
que le venga impuesta y tiende a olvidar fases que le causan dolor.
Me doy cuenta que después de oír hablar tanto
del confinamiento hay personas que lo sufren de manera continuada o a
temporadas. Ellos suelen perder la esperanza, sus rutinas, sus sueños. Lo único
que pueden hacer es readaptarse sin protestar, porque en un momento sus vidas
cambiaron y ahora solo les queda, reinventarse.
Me refiero a las personas con una enfermedad crónica. Ellas
deben confinarse por un tratamiento o un ingreso hospitalario de larga
duración, y no sólo personas adultas, también niños y sus familias.
Afrontan una pérdida de algo tan vital como es la salud. En
algunas ocasiones su situación no tendrá solución, ni cura. Y a veces morirán
sin haber conseguido un tratamiento por haber sido inadecuado o tardío.
Durante la pandemia del Coronavirus el ‘confinamiento’ lo
están viviendo el mundo entero al mismo tiempo, aunque, con diferencias: en sus
casas, con sus comodidades, readaptando el trabajo, etc.
Esta pandemia ha aislado doblemente a las
personas con enfermedades crónicas y empeorado su salud física y mental,
provocada por el miedo y la falta de medios.
Además, está pandemia ha puesto de manifiesto
la necesidad de cuidar a los
profesionales de la salud que procuran nuestro bienestar físico y emocional.
Ellos se preparan, estudian, se preocupan...una
parte de la sociedad les aplaude y otra les maltrata. Sí, a ellos les molesta el
comportamiento caprichoso de algunas personas, que no quieren adaptarse a las
normas de Salud Pública establecidas, para que esta situación pandémica mejore.
La lectura de las noticias en los medios de
comunicación me hace perder la esperanza por el gran egoísmo de unos pocos que
levantan más la voz.
Pero yo les digo: quiero creer en las personas.
Durante el camino por el cual transito en la vida he conocido a personas
maravillosas, que me hacen creer en una sociedad ideal.
Hoy hace 10 años que me confirmaron la
intervención de mi hija en EE.UU. Por eso, imagino que mi mente vuela de un
sitio a otro y hace que compare ciertas situaciones.
En aquel momento, sufrimos muchos
confinamientos hospitalarios, domiciliarios, miedo, incertidumbre, pérdida de trabajo,
sueños rotos. Y algo en común a nuestra situación pandémica actual; esperanza y
acompañamiento de profesionales sanitarios, derechos y cumplimiento de
protocolos médicos y administrativos que no nos hemos saltado nunca por
conseguir lo que más anhelábamos.
El único estado que nos permite caer y
levantarnos es la salud, por eso debemos tener esperanza y confiar en las
personas que nos la pueden procurar.
Palma,
3 de febrero de 2021
Iliana
Capllonch Cerdà
(correcciones por: Susana Fernández Olleros)
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